Cuaresma y Conversión

20 de marzo de 2022 0 Por admin

“Esta Cuaresma debe ser para ustedes un estímulo para cambiar sus vidas”. (13 de febrero de 1986)


Dice Isaías Is 58, 1-12

El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, desatar las coyundas de los yugos, dejar libres a los oprimidos, romper todas las cadenas; partir tu pan con el que tiene hambre, dar hospedaje a los pobres que no tienen techo; cuando veas a alguien desnudo, cúbrelo, y no desprecies a tu semejante.


Entonces brillará tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; tu justicia te abrirá camino y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y él te responderá, gritarás y él te dirá: «Aquí estoy».

Cuando destierres de ti los yugos, el gesto amenazante y las malas intenciones; cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, entonces brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, dará vigor a tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena no se agota; reconstruirás viejas ruinas, levantarás cimientos de antaño, te llamarán «Reparador de brechas», «Restaurador de casas en ruinas»».

El camino de la Cuaresma que hoy iniciamos, es una senda árida y agotadora, no principalmente porque sea el  entorno inundado de sequedad y un terreno pedregoso, sino porque llevamos un peso en nuestras vidas que en toda situación nos abate y deprime. Las amarras de pecado y las heridas que nos dejan nuestras limitaciones y complejidades necesitan ser abordadas en esta terapia del alma de 40 días. 

Es un tiempo de intimidad particular con Dios en el secreto del corazón y de la conciencia -explicaba San Juan Pablo II-. En esta intimidad interior con Dios es donde se realiza la obra esencial de la Cuaresma: la conversión.

En el secreto interior, en esta intimidad con Dios, en la total verdad del corazón y de la conciencia resuenan las palabras del salmo de la liturgia de hoy, una de la confesiones más profundas que el hombre jamás ha presentado ante Dios. “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, / por tu inmensa compasión borra mi culpa, / lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces” (cf Sal 50,1-6).

“¡Queridos hijos! Hoy deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la conversión. Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, oren y en la oración, ustedes conocerán el nuevo camino del gozo…”, dijo la Reina de la Paz, el 25 de Febrero del año 1987.

Ajustemos nuestra conducta a estos mandatos – dice el Papa San Clemente- y así, obedeciendo a sus palabras, comportémonos siempre con toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.


Mensaje del 13 de febrero de 1986

“¡Queridos hijos! Esta Cuaresma debe ser para ustedes un estímulo para cambiar sus vidas. Comiencen a hacerlo ya desde ahora!. Apaguen el televisor y hagan a un lado las diversas cosas que no les son indispensables. Queridos hijos, Yo los invito a una conversión personal. Este tiempo es para ustedes! Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


“Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.”  (Lucas 11, 29-32.)

Nínive se convirtió como respuesta a la predicación de Jonás, y Cristo es mucho más que Jonás… (Lc 11,32).

La humildad verdadera procura no  perder la esperanza, ya que su confianza no radica en sí misma sino en el poder compasivo de Dios, y se mantiene lejos de la indolencia, puesto que se le concede conocer el valor redentor de la sangre derramada por el Señor… “La desesperanza impide al que ha caído levantarse y la indolencia hace caer al que está de pie… Si la presunción nos precipita de lo alto de los cielos, la desesperanza nos precipita en el abismo infinito del mal, mientras que es suficiente un poco de esperanza para arrancarnos de él…” (San Juan Crisóstomo)

La sentencia  pronunciada contra los ninivitas, era de por sí para sumergirlos en el desconcierto de su soberbia, para que reconocieran la omnipotencia de la Misericordia Divina, a la que debían convertirse, y para abandonarse y entregarse al amor de Dios:  « Si os arrepentís, seréis salvados »  (Jon 3,4).  Muchas veces se piensa que la confianza total en la misericordia de Dios, sirve para darse permiso en postergar la conversión y entibiar el camino de santidad, pero quienes comparan y equiparan la adhesión a la Divina Misericordia con la justificación de la tibieza y la gracia, es porque no conocen aun la majestad del perdón de Dios.   Al contrario, quien conoce la compasión del Señor por el pecador, reconoce el horror de sus propios pecados, el infierno que merece y comprende su responsabilidad con la pasión del Señor y el sufrimiento de María.   Percibir repugnancia por el pecado, es el signo de quien a gustado de la dulzura de la Misericordia de los Sagrados Corazones, recibiendo un fervor sobreabundante que le impulsa, fuertemente, a trabajar por su propia Santidad y por santificar, con el buen ejemplo, a sus hermanos. Y no puede quedar sin énfasis la sabia y humilde “predicación del ejemplo”, ya que si pedimos la conversión a nuestros hermanos, debemos tener en cuenta que, ellos, pueden percibir perfectamente, cuando todavía  estamos sometidos al pecado de la vanidad y de la soberbia.

 La Virgen Santísima quiere que saquemos una lección, sin condiciones, de esta sentencia, de manera que instruidos por el buen ejemplo del Cordero de Dios, resistamos a la superficialidad y la pasividad, y nos arrojemos con velocidad al océano del amor redentor del Señor. Quien no se resiste al amor de Dios, no quiere volver a la oscuridad del pecado.       


Mensaje, 25 de febrero de 2007

“¡Queridos hijos! Abran su corazón a la misericordia de Dios en este tiempo cuaresmal. El Padre Celestial desea liberar a cada uno de ustedes de la esclavitud del pecado. Por eso, hijitos, aprovechen este tiempo y a través del encuentro con Dios en la Confesión, abandonen el pecado y decídanse por la santidad. Hagan eso por amor a Jesús, quien con su sangre ha redimido a todos para que fueran felices y estuvieran en paz. No olviden, hijitos, que vuestra libertad es vuestra debilidad, por eso sigan mis mensajes con seriedad. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


Pbro. Patricio Romero